•sábado, enero 17, 2015
Esta máquina es una Olympia Monica, una muy buena marca fabricada en Alemania allá por los años 70. Tanto el interior como la carcasa es de metal, lo cual le confiere un peso y un sonido muy agradable durante la escritura. Sus medidas son: ancho 34 cm, fondo 30 cm, y alto 13 cm.
Escribir a máquina, con cualquier modelo, más o menos antiguo, convierte cualquier escritura sencilla en un acto trascendental, casi espiritual, y es una forma de encuentro con uno mismo. Escribes, e inmediatamente te ves reflejado sobre el papel, en un acto de total sinceridad y desnudez.
Escribir a máquina, con cualquier modelo, más o menos antiguo, convierte cualquier escritura sencilla en un acto trascendental, casi espiritual, y es una forma de encuentro con uno mismo. Escribes, e inmediatamente te ves reflejado sobre el papel, en un acto de total sinceridad y desnudez.
1 comentarios:
La mía es una Olympia Traveller de luxe naranja con los bordes encintados en blanco. Totalmente años setenta. Aün conserva justo debajo del asa, las letras blancas con mi nombre y apellidos sobre cinta Dymo naranja (qué conjuntada, aunque no sé si fue a propósito o no). Me la compró mi padre para poder presentar los trabajos de literatura del instituto. No era obligatorio presentarlos así, pero se aconsejaba. Coseché excelentes notas con ella. Uf, tremendamente inspirador era sentir el ruido de la teclas. Las palabras parecían brotar solas. La mía, mi OLympia, siempre tuvo problemas en el retorno, al llegar al final de la cinta (entonces tocaba meter la mano, limpiar los dedos y seguir. Creo que llegué a saber instintivamente cada cuantas palabras tocaba "el retorno") y, aunque está impecable, tiene la cinta bastante seca (me has hecho sacarla, acariciarla, sentirme culpable de su abandono...) no sé si aún se venden cintas para las máquinas de escribir. Ya me dirás... Abres mi caja de Pandora. Y aunque un tanto culpable por mi injusto abandono, también me siento feliz por este reencuentro con mi Olympia que no es sino encotrarme también conmigo misma. Gracias, Marisol.
Abrazote emocionado